Tierras raras - La Razón

2023-02-15 16:41:34 By : Mr. Owen Hu

Tuesday 14 Feb 2023 | Actualizado a 23:55 PM

Tuesday 14 Feb 2023 | Actualizado a 23:55 PM

Por Dionisio J. Garzón M.

La Paz / 30 de septiembre de 2022 / 02:30

Hay un selecto grupo de elementos que forman lo que la industria llama “metales críticos” o “metales tecnológicos” por su uso en tecnología actual. Allí entran, entre otros, columbio-tantalio (Coltán, en el uso industrial), grafito, wólfram, manganeso, magnesio, cobalto, teluro, también uranio y litio que por su aplicación en generación y almacenamiento de energía limpia se suman al grupo de energéticos fósiles clásicos. Algunos metales “menores” (en el léxico especializado) como indio, galio, germanio, cadmio y selenio pertenecen a este novísimo grupo que hace al desarrollo tecnológico actual, también se adjuntan los platinoides PGM (platino, paladio, rodio, níquel, cobalto e iridio); las tierras raras TR, compuestas por 14 elementos lantánidos y 14 actínidos, y los metales alcalinos litio, potasio, radio y estroncio. Dentro de las tierras raras resaltan por su uso, uranio, disprosio, neodimio, praseodimio, lantano e ytrio. Las tierras raras, por su estructura electrónica elemental no saturada, tienen propiedades especiales de radioactividad, luminiscencia, magnetismo y electricidad que permiten su aplicación en materiales radioactivos, fosforescentes, magnéticos y magneto-astrictivos, catalizadores e hidrógeno- acumuladores, requeridos en la industria energética, del vidrio, catalizadores, metalurgia, cerámica, magnetos, láser, superconductores, discos duros, CD, DVD, pantallas led y un enorme número de nuevas aplicaciones en modernos equipos electrónicos del hogar y también de uso militar.

Ahora bien, los PGM y las TR, al margen de oro, plata y metales base, han sido identificados en variadas asociaciones minerales, tanto en el occidente del país como en las tierras bajas donde se conocen los mayores hallazgos. Cerca de San Ignacio de Velasco y en el cerro Manomó (Santa Cruz) se identificó el fosfato “monazita” con las TR ytrio, cerio, lantano y torio; al sureste, en Rincón del Tigre, los PGM cromo y níquel; en las rocas granitoides del Escudo Coltán, y así podemos seguir (ver: Minería Boliviana, la gran incógnita, en Los dilemas de la minería, D. Garzón 2012, Ed. Fundación Pazos Kanki, pp. 73 y siguientes). Un duro y largo proyecto de exploración de la parte meridional del Escudo Precámbrico fue llevado a cabo entre 1976 y 1983 por el Servicio Geológico de Bolivia (Geobol) y el Instituto de Ciencias Geológicas (IGS), en representación de la Administración del Desarrollo de Ultramar (ODA) del Ministerio de Relaciones Exteriores de la Mancomunidad Británica. Fue el primero y único intento serio de desarrollar esa unidad geológica y geomorfológica del país, que lenta pero sistemáticamente se desactivó por presiones derivadas de la aguda crisis política que vivió el país en ese tiempo.

Con estos antecedentes llama la atención el intento (consignado en algunas declaraciones oficiales) de conformar la Empresa de Metales Tecnológicos y Tierras Raras para enfrentar un reto de este tipo, especialmente en un área de las características del Escudo Precámbrico, dejando de lado a instituciones como Geobol (hoy Servicio Nacional de Geología y Técnico de Minas, Sergeomin), que tiene los antecedentes, la experiencia y la jurisdicción legal para estos trabajos. El crear una nueva empresa burocrática es aumentar la carga económica armando estructuras y grupos humanos nuevos en vez de usar las instituciones existentes, fortalecerlas y adecuarlas al reto actual. Sería más efectivo, menos oneroso y menos burocrático. Estamos hablando de 220.000 km2 solo en la parte más accesible del escudo donde se debe avanzar en proyectos de exploración ya identificados para llegar a etapas de prefactibilidad y factibilidad de los más importantes; momento en el que como debe ser, se podría justificar la creación de una unidad como la propuesta y pasar a etapas de Ingeniería y diseño final de proyectos mineros e industriales.

Dionisio J. Garzón M. es ingeniero geólogo, exministro de Minería y Metalurgia.

Por Dionisio J. Garzón M.

La Paz / 20 de enero de 2023 / 01:47

Comienza 2023, todos los actores económicos se dan a la tarea de mostrar que 2022 fue un buen año pese a los avatares pandémicos, sociales y de repercusión de conflictos en ultramar como la guerra Rusia-Ucrania, que nos acompañaron casi toda la gestión. En los medios tradicionales y también en las redes sociales hay un variopinto repertorio de frases hechas, propuestas y teorías que prometen el oro y el moro y la panacea a corto plazo, después de una gestión “exitosa”. El país ha sido un campo de ensayos de todas las teorías de información en el afán de maquillar cualquier realidad según sea el interesado y el auditorio al que se dirigen esos esfuerzos. Eso crea un clima de resiliencia bipolar entre los que creen y los que no en los mensajes, no hay debate analítico aún con datos estadísticos que cada vez son menos confiables y el resultado final es la división geográfica, social y también intelectual del país. En un sector como el minero por ejemplo, un mensaje de que se duplicarán las reservas de litio con los trabajos actuales en los salares de Coipasa y Pastos Grandes, es una verdad a medias si tenemos en cuenta que en 15 años y con todo el impulso que se dio al proyecto en Uyuni, solo logramos certificar 21 millones de toneladas de litio en recursos contenidos en el área del delta del Río Grande de Lípez de la planicie salina más grande del mundo. No todos los salares tienen litio potencialmente explotable (Reservas) ni toda el área de un salar tiene las mismas características de contenido, solo el trabajo detallado de exploración y de investigación tecnológica permite llegar a valorar económicamente un proyecto de esta clase; y ese debería ser el mensaje. Otro ejemplo, no es lo mismo decir que el nivel de ventas de sales de litio y de potasio a noviembre de la gestión 2022 fue de Bs 555 millones, como se consigna en alguna declaración oficial de autoridades de Yacimientos de Litio Bolivianos YLB (v.g. Energías y Negocios de La Razón, 13/01/23) que decir que esta empresa registró una ganancia de ese nivel, como se interpreta en algunas declaraciones de analistas y políticos. No hay datos disponibles para calcular si esta empresa generó ganancias o pérdidas.

Como apuntaba en un antiguo escrito al referirme al oro metálico que erróneamente se considera como un producto de manufactura (esta columna de 14/06/13), la mejor manera de explicar la naturaleza y sus fenómenos es acudir a la expresión matemática de causas y efectos de cualquier proceso natural o inducido por el hombre, que pretenda obtener un resultado en un rango de probabilidad racional. La minería no escapa a este comportamiento universal y los resultados de cualquier gestión u operación minera debieran reflejarse en resultados tangibles expresados en cifras. Una evaluación del comportamiento de una gestión se refleja en resultados económicos demostrables y no en comparaciones con gestiones irregulares (v.g. 2019 y 2020) para obtener diferencias abismales con años posteriores más normales. En los ejemplos que menciono, nuestro proyecto en Uyuni es el más atrasado de la región del famoso Triángulo del Litio, estamos todavía produciendo carbonato de litio en una planta piloto y con la esperanza en una planta industrial en construcción que si no mejora la recuperación tan baja de la planta piloto (18%) estaremos en problemas serios de rentabilidad. Si no superamos la calidad de recursos de Uyuni, Coipasa y Pastos Grandes al nivel de Reservas económicamente explotables, tendremos problemas de competitividad y de costos; si no formalizamos la minería aurífera informal cuya producción ya superó los $us 2.306,8 millones a noviembre de 2022 (según datos del INE), estaremos facturando un serio impacto ambiental en las cuencas de los ríos Beni, Madre de Dios, Iténez, Mamoré etc., en aras de mantener las actuales cifras de exportaciones. Todos estos problemas debieran ser considerados en cualquier evaluación de gestión si se quiere ser transparente, equilibrado y con visión de futuro para las generaciones que vendrán y pagarán las omisiones del presente.

Dionisio J. Garzón M. es ingeniero geólogo, exministro de Minería y Metalurgia.

Por Dionisio J. Garzón M.

La Paz / 23 de diciembre de 2022 / 03:09

Hablar de tecnología en el sector minero es un reto difícil, las connotaciones sociales y políticas que rigen las decisiones de los que manejan el sector limitan las posibilidades de innovación y desarrollo tecnológico. La minería tiene un componente de informalidad muy alto, el 85% de las fuentes de trabajo están en el sector informal, preminencia que va en desmedro de la iniciativa empresarial, única vía de asimilación tecnológica. Venimos de un pasado colonial donde Potosí fue el sumun de la minería argentífera mundial y de su tecnología, siguió un periodo republicano en el que se logró forjar un sector empresarial fuerte, los “barones del estaño”, uno de ellos logró desarrollar la mina subterránea de estaño más grande del mundo con tecnología de punta, el Block Caving. La mina de cobre Chuquicamata hoy, usa para explotación subterránea este método tecnológicamente actualizado, para extraer 40.000 TPD de roca mineralizada a un costo de $us 8- 25/ton, hito de uso correcto de tecnología. Mientras tanto en el país pareciera que retrocedemos a tecnologías coloniales cuando vemos el desolador panorama de la minería aurífera informal de la cuenca alta de los ríos Beni y Madre de Dios. La lucha de intereses entre capital privado y Estado y un “tira y afloja” entre posiciones liberales y nacionalistas aún perdura y tiene como resultado la escasa asimilación tecnológica que mostramos hoy al mundo.

La minería estatal, como apunto en un escrito anterior, está “anclada en el pasado… tratando de salir de su condición de exportadora de materia prima para entrar en el circuito del uso tecnológico de nuestros metales. Esto se dice fácil desde un balcón pero es muy duro de implementar cuando se viven los tiempos que corren, donde la euforia política reemplaza al sesudo análisis de los problemas de la minería nacional” (La Razón 17/02/09). Ajustes tecnológicos hubo en épocas de apertura al capital privado (Joint Ventures JV con la estatal minera), Colquiri re-estatizada en 2012 tiene tecnología actualizada en mina e ingenio, Huanuni consolidó un sistema remozado de extracción de mineral (Trackless mining) sin el uso de los legendarios carros metaleros sobre rieles y la fundidora de estaño de Vinto instaló un nuevo horno con tecnología Austmelt de mayor capacidad; las demás operaciones de la Comibol mantienen un nivel tecnológico bajo. Los proyectos Mutún y el Salar de Uyuni que eran una promesa tecnológica para la Comibol, fueron sacados de su control para implementar la Empresa Siderúrgica del Mutún y Yacimientos de Litio Bolivianos; se destruyó la estructura corporativa en aras de generar mayor burocracia estatal, los resultados son magros hasta ahora.

Las empresas de capital privado usan tecnología acorde a exigencias mínimas de la industria; destacan Mina San Cristóbal de la japonesa Sumitomo, una operación a cielo abierto (Open Pit) de más de 160.000 toneladas por día (TPD) que alimenta un moderno ingenio de 52.000 TPD, para producir 1.500 TPD de concentrados de plomo-plata y zincplata; la operación es considerada entre las cinco mayores a nivel global. San Vicente, una operación subterránea de alrededor de 1.000 TPD alimenta un ingenio que produce concentrados de zinc, zinc-plata y plomo-plata. San Bartolomé en Potosí, de Empresa Minera Manquiri, usa lixiviación en pilas (Heap Leaching) del material fragmentado y mineralizado de las laderas del Cerro Rico de Potosí (Pallacos en el léxico local); logró producir hasta 6 millones de onzas troy de plata en barras doré por año. La mina de oro en roca Don Mario, de Empresa Minera Paititi en el oriente boliviano, producía barras doré de oro y plata con el proceso Carbon in leach (CIL) con una recuperación del 90%, hoy está parada por problemas sociales. Y podemos seguir.

Las cooperativas mineras auríferas operan sin cuidado medioambiental y de seguridad operativa, usan dragas de succión en barcazas, un lavadero artesanal y pequeños equipos de amalgamación del oro con mercurio, cuyo uso discrecional contamina cursos de agua y la floresta. Las cooperativas que explotan plata, estaño y otros metales tienen características similares, no hay seguridad operacional y cuidado medioambiental, menos asimilación tecnológica.

Ya va siendo hora de dejar la retórica y ponerse los overoles de faena para insertar al país en el circuito global y en la cadena de suministros de metales estratégicos vitales para la transición energética que se viene. La investigación y el desarrollo tecnológico juegan un papel vital en el crecimiento económico y la innovación, desde la generación de mano de obra y la salud pública hasta la seguridad nacional y la competitividad industrial, factores primordiales de desarrollo.

Dionisio J. Garzón M. es ingeniero geólogo, exministro de Minería y Metalurgia.

El país sigue siendo un enclave de producción de materia prima y de exportación de capitales

Por Dionisio J. Garzón M.

La Paz / 25 de noviembre de 2022 / 03:03

La historia económica de Bolivia ha estado marcada por la incesante lucha por salir de su marginalidad dentro del contexto global de la industria de materias primas no renovables, la minería ha sido el sustento económico del país en los siglos precedentes y todavía tiene un peso considerable en los tiempos actuales. El país sigue siendo un enclave de producción de materia prima y de exportación de capitales, el excedente económico generado por la actividad extractiva (en el sentido de valor disponible al final del ciclo de producción y mercadeo de la minería formal) rara vez supera el 10% del valor bruto de mercado para metales base y es un poco mayor para metales preciosos; un intrincado sistema de apropiación del valor que esta actividad supone por su diversa relación con el Estado titular y administrador de derechos mineros y con actividades comerciales y de servicios durante el ciclo productivo, hacen que el resultado final sea ínfimo. Esta es la razón de la lucha por acceder a un mayor nivel de excedente a cualquier precio, generando una pulseta entre intereses privados y estatales a la hora de controlar la actividad de acuerdo con la ideología del gobierno de turno en el país y de las corrientes económicas en boga en un momento determinado. Los resultados saltan a la vista, no hemos podido desarrollar una verdadera industria minera y en general una industria extractiva moderna. Seguimos dependiendo de la posición del péndulo político para definir el accionar en cada caso.

En un antiguo escrito mío sobre el tema (PULSO, 29.06 al 05.07 de 2007) y en consuno con la tendencia actual de cambiar la estructura del Estado y del gobierno a modelos autonómicos y federales, había propuesto algunos puntos básicos a ejecutar dentro del sector minero para atraer inversiones de riesgo y regionalizar la administración de los proyectos de escala mediana y grande para incrementar la competitividad y eficiencia del sector minero. Sin entrar en el detalle de ese escrito (Puede verse en mi libro De oro, plata y estaño. Ensayos sobre la minería nacional. Plural Editores, La Paz-Bolivia, 2014 y 2017), deseo referirme a algunos puntos que sintetizan el mensaje central: 1) La minería debe tratarse siempre como negocio, que es su esencia, lo maneje el Estado o los empresarios privados. No se pueden hacer cambios estructurales destruyendo las bases del negocio como se hizo en 1952, 1985 o como se pretende hacer ahora con la Comibol, Sergeotecmin, etc. 2) La minería en el mundo globalizado en que vivimos depende de su oportuna y adecuada inserción al circuito de capitales y de su sostenibilidad en el tiempo. 3) La reinversión de capitales para generar nuevas minas es un requisito indispensable si se quiere sostenibilidad en el tiempo. Se debe ir más allá de la retórica al respecto, el pobre portafolio de minas medianas y grandes en actual operación y la ausencia casi absoluta de nuevos proyectos mineros, demuestran todo lo contrario. 4) Ahora que vivimos una nueva oportunidad de cambio deberíamos concretar la regionalización de la administración y del control operativo de los proyectos mineros, el centralismo a través de la historia los ha burocratizado y los fracasos y elefantes blancos, son la prueba de que aquello no funciona.

Es patético que el departamento de Potosí, con el mayor potencial minero tradicional y la concentración de sales más importante a nivel global, el departamento de Santa Cruz con uno de los mayores depósitos de hierro-manganeso y con la mayor potencialidad de minerales tecnológicos y tierras raras, o el departamento de La Paz con la cuenca aurífera más grande del subcontinente hoy controlada por la minería informal artesanal cooperativa; sean los invitados de piedra cuando se trata de decidir los destinos del sector minero y de sus potencialidades específicas en cada caso.

Dionisio J. Garzón M. es ingeniero geólogo, exministro de Minería y Metalurgia.

Por Dionisio J. Garzón M.

La Paz / 28 de octubre de 2022 / 01:46

Siguiendo con un tema tan apasionante y actual por la coyuntura mundial de transición energética y su conexión con el suministro de metales tecnológicos, quiero puntualizar algunos aspectos adicionales a los anotados en mi columna anterior y que hacen a la gerencia de proyectos de exploración de esos metales en el país. Si queremos ser parte en el mediano plazo de esa transición y de las cadenas de suministro, debemos tomar en cuenta que: 1) Hemos perdido más de 40 años desde la identificación en el país de minerales de las Tierras Raras (TR), metales del grupo de platinoides (PGM) y metales críticos como indio, galio, cadmio, selenio, columbio, tantalio, etc.; 2) se identificó una variedad de ambientes geológicos y mineralógicos en los que habitualmente se encuentran; 3) el nivel de exploración al que se llegó es preliminar y quedan muchas etapas para seguir y poco tiempo para realizarlas; 4) el país no tiene infraestructura adecuada para la investigación detallada y el análisis cuantitativo de estos elementos, tampoco capacidad tecnológica institucional necesaria para estas tareas.

Esto define un escenario peculiar de necesidad inmediata y capacidad reducida, que obliga a soluciones de emergencia que parten de la definición de actores y de políticas que soporten un proyecto de estas características. En aquellos años se acudió a la cooperación internacional para formar un equipo con base en dos servicios geológicos (GEOBOL y el British Geological Survey, BGS), mediante una negociación de dos gobiernos, que fue exitosa en resultados mientras duró la estabilidad política del país. No sé si en las condiciones actuales pudiera ser una alternativa armar un proyecto de esta clase con algún país, dependerá de nuestra actual política exterior y del soporte de los pocos países que como Gran Bretaña, tienen las condiciones para aventuras en ultramar como es el caso. Una segunda alternativa sería abrir las áreas fiscales al capital privado, para lo cual sería necesario reformar la legislación vigente para el sector y desarmar la “camisa de fuerza” a la que hago referencia regularmente en mis escritos y que ahuyenta las inversiones en vez de atraerlas (v.g. Minería, más allá del lamento. La Razón. Animal Político 17.05.2015 y otros).

No es nada fácil recuperar 40 años de inacción y encontrar una solución viable a corto plazo que sería lo ideal para aprovechar la coyuntura actual; cabe pues iniciar la acción con el Sergeomin (GEOBOL anteriormente), que controla la información precedente y tiene todos los antecedentes operativos y los resultados en áreas que tienen mayor potencial para TR y PGM (v.g. Rincón del Tigre o Cerro Manomó, si son áreas fiscales todavía), en el Precámbrico de las tierras bajas. Se debería empezar con un programa scout de exploración detallada y perforación a diamantina para lograr una evaluación económica preliminar (PEA, por sus siglas en Ingles), mientras se define una estrategia para acceder al capital privado y/o a la cooperación internacional.

Finalmente, hay un grupo adicional de metales críticos (galio, indio, cadmio, selenio, etc.) que son componentes menores en asociación con metales base explotados tradicionalmente en el país, en algunos yacimientos ubicados en lo que llamamos Orogeno Andino, que debieran tener un tratamiento diferencial como proyectos de metalurgia para su recuperación como subproductos de fundiciones y refinerías, única manera de recuperarlos rentablemente.

Así las cosas, viviríamos un instante de esperanza si hacemos las cosas con pragmatismo o en caso contrario, seguiríamos soñando y vendiendo humo para consuelo de incautos. Total, soñar no cuesta nada y las TR seguirán aún más raras para este pobre país que todavía sigue conservando el cliché de “país minero”.

Dionisio J. Garzón M. es ingeniero geólogo, exministro de Minería y Metalurgia.

Por Dionisio J. Garzón M.

La Paz / 2 de septiembre de 2022 / 02:36

Hace más de 30 años que en Bolivia hablamos mucho y hacemos poco sobre el mágico metal blanco que despertó una psicosis imparable por lo que representa para la transición energética que queremos realizar para declinar el deterioro del clima planetario. En 1988 se invitó a la Lithium Corporation of America (Lithco), en 1989 teníamos un borrador de contrato y en 1990 ya había una fuerte reacción de la brigada parlamentaria y de las instituciones cívicas potosinas que argumentaban la ilegalidad del contrato; en 1991 se llamó a convocatoria internacional, ganó FMCLithium Division, que debía negociar un contrato con el CIRESU (Complejo Industrial de Recursos Evaporíticos del Salar de Uyuni), dependiente del Ministerio de Minería y de la Comibol. El contrato se abortó y fue calificado de leonino (detalles en esta columna, marzo-mayo de 2020). Desde entonces un calvario de idas y venidas dio por resultado el actual proyecto: cansino en su desarrollo, con elevado nivel de inversión estatal, pocos resultados y más de 30 años perdidos. No hay una estrategia para concretarlo y las alternativas de continuar son tan pocas que no cabe ningún retroceso sin arrastrar consecuencias políticas y sociales muy serias.

El tamaño de los recursos del salar que suponemos preponderante no es real, hay reservas de litio en muchas partes del mundo, su calidad sí cuenta y nuestras sales no son las mejores, solo el Salar de Pastos Grandes tiene contenidos de litio mayores a 1.000 ppm (partes por millón). La tecnología define los costos finales de extracción, nuestra planta piloto de carbonato tiene tecnología de los años 70 y una recuperación muy baja (18%) frente a tecnologías actuales con recuperaciones mayores a 90%. Usar las salmueras residuales de esta planta para alimentar la de hidróxido de litio (YLB-ACI Systems), que se supone tendrá recuperaciones mayores y costos más bajos, abre una posibilidad que habría que estudiar en relación con la prohibición constitucional y de la ley sectorial, de asociaciones con empresas de capital privado en etapas de química básica.

Hay dos cuestiones adicionales a resolver: ¿A quién vamos a vender? y ¿qué vamos a vender? El proyecto con ACI Systems preveía vender productos finales en el mercado alemán y el plan de YLB, producir materiales catódicos, baterías y sales de potasio, magnesio, boro y precursores (YLB, presentación del proyecto en el Club de Minería). El mercado de baterías de litio en Europa para 2025 tendrá una capacidad de más de 300 GWh (gigavatio hora) con un hub de 12 megafactorías, de las cuales Alemania tendrá 24 GWh en 2023 y 8 GWh posteriormente con los planes de SVOLT, Terra y BMZ; en ese mercado competiremos si todo sale bien con nuestra planta de 8 GWh. ¿Se podrá?

Los precios actuales del carbonato de litio (LCE) de entre $us 50.000 y 70.000 por tonelada (t) han despertado muchas expectativas, el Comité Cívico Potosinista y sus filiales regionales tienen elaborados proyectos de ley que resumen sus aspiraciones. Sin entrar en los detalles, se debe tener en cuenta que: 1) Estamos en una coyuntura favorable de mercado que la estamos desperdiciando, Chile y Argentina están buscando asociaciones con las grandes productoras: SQM, Albemarle, Ganfeng y Tianqui, que controlan más del 70% del mercado del litio; nosotros al desestimar el JV YLB – ACI Systems, quedamos a merced de las posibilidades de la empresa estatal. 2) BMW, Toyota, General Motors y Tesla miran a Argentina por su apertura al capital privado, con lo que este país de producir 37.500 t pasaría a 200.000 t de LCE/año. 3) La última convocatoria de YLB definirá un pilotaje alternativo de extracción directa del litio (EDL). Esto prolonga la incertidumbre sobre la rentabilidad del proyecto mayor, lo que nos coloca en desventaja.

En ese contexto las modificaciones de leyes y otras reglas de juego deberán considerar los parámetros técnicos que vayan a surgir, lo contrario será reiterar fracasos derivados de excesivas expectativas que no se cumplen, proyectos que fracasan y porcentajes de impuestos y regalías en papel. No olvidemos que cualquier porcentaje aplicado a una producción inexistente es cero.

Dionisio J. Garzón M. es ingeniero geólogo, exministro de Minería y Metalurgia.

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